A mi experiencia y dentro de la subjetividad que interviene, considero que el extranjero provoca un antagonismo entre la curiosidad y el temor.
... por un lado se nos considera portador de una sabiduría de lo natal que no posee el lugareño, por eso nos hacen preguntas y esperan de nosotros confidencias únicas, verdaderas y extrañas.
Por otro lado nos temen y se nos juzga fácilmente, quizá por el nomadismo, lo vagabundo o la falta de raíces, o tal vez simplemente porque estamos en su lugar.
Surge una aflicción: cuando se prolonga la experiencia de ser extranjero lo suficiente, sentimos que se aflojan las cuerdas de nuestra cultura y sabemos que cada día seremos más distintos a nosotros mismos, hasta que con el tiempo ya no seremos de ninguna parte y al mismo tiempo de todos los lugares.
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